2 de noviembre de 2007

Literatura barata: Delivery de Alejandro Parisi

El otro día confirmé lo que me había dicho un contrarreformista en la lectura de presentación de Buenos Aires escala 1:1 en el FUNCEB: todavía se consigue la notable primer novela de Alejandro Parisi en la Calle Corrientes.
Más exactamente, lo vi en Librería Libertador (Corrientes 1318) al módico precio de $3. El año pasado yo la pagué cerca de $30.

Aprovechando la ocasión posteo una reseña que escribí hace un tiempo, cuando terminé de leerla y recomiendo encarecidamente que la compren y la lean.

Sexo, drogas, individualismo y champagne

Reseña de Delivery de Alejandro Parisi

Si hay una literatura argentina contemporánea, en ese espacio entra perfectamente Alejandro Parisi, cuya primer novela, Delivery cumple con una serie de rasgos características que le permiten la entrada a la serie.
Escrita entre febrero de 1999 y junio de 2000 la novela cumple el primer requisito de insertarse en esa turbia zona que fue de los últimos estertores menemistas a la aparición de la gran esperanza blanca de la Clase Media: la Alianza y De la Rúa. Se queda sin embargo antes de la debacle del 2001, lo que sería quizás, otro de los requisitos para entrar genéricamente en esta literatura.
Quizás por eso la narración empieza densa, profundiza su densidad hasta el punto del vislumbre de la inminente catástrofe y cuando está todo cocinado para que la olla a presión estalle, hay un pequeño, leve movimiento de alivio que deja el agua caliente pero sin llegar al estallido.
Ese estallido que finalmente sí sucedería en el caos del 2001.
Hay lugar a una pequeña fuga de esperanza entonces en los párrafos finales y eso alivia la lectura.
El tópico noventoso de la merca es otra presencia textual que ubica el texto en la serie referida.
Cabe pensar en Vivir afuera de Fogwill como gran novela del menemismo y pensar de ahí en adelante una docena de textos con la merca como núcleo narrativo.
No podría dejar de mencionar la similitud de una subtrama de Cómo desaparecer completamente de M. Enriquez, esa otra gran novela del pre-estallido social, y la trama principal de Delivery.
Distribuir merca, es como dice Martín el protagonista, cosa de todos los días y medio de vida.
El desentendimiento respecto de los consumidores de la merca que él distribuye, confirma el delineado del personaje como arquetipo del “Yo no me meto” individualista que la década del ´90 nos regaló.
Los días de Martín son una extensión de fiesta continua en la cual los parámetros de la vida “normal” están enmarcados por las horas que marca el reloj de la videocasetera.
La noche, las discotecas y el sexo casual dan la escenificación de época.
El bling bling lingüístico (un filólogo podría hacerse las delicias con un estudio sobre la recurrencia de la palabra “Joya” en la novela) recupera otra palabra clave, actualmente caída un poco en desuso, que delimita a la juventud de la novela contra el mundo adulto.
Esa tensión entre joven y adulto está desarrollada a partir de la comparación: desmintiendo el mito de que los jóvenes están perdidos, los adultos también lo están.
El padre de Martín, su abuela, su abuelo, la novia de su padre, como la Familia ocultan o no saben responder a las necesidades del joven.
Pero el problema es la Madre de Martín que abandonó a su hijo y a su marido cuando el primero era poco más que un bebé. El lugar de la madre ausente y la necesidad de sustituir ese espacio también motivan a Martín que ve intercalados sus pensamientos y sus anhelos entre recuperar a su madre y recuperar el amor de Romina.
El Tano y los gordos que lo acompañan, es decir, los capos traficantes que usan a Martín de mula, también juguetean con la posibilidad de ocupar el rol de la ausencia del padre y de la madre, pero es un coqueteo que pronto queda desestimado cuando Martín descubre que también pueden cagarlo.
Todos atienden a su juego en el relato y a nadie le importa el otro. Vender porque da guita, coger porque da placer, y tomar merca porque ayuda a olvidar los problemas. Y los demás que se caguen.
El tiempo presente y en primera persona singular de la narración le imprimen un vértigo duro, el vértigo de un pase merca que está expandido en las referencias casi objetivistas a la hora del día como pauta de ubicación espacio temporal, las funciones fisiológicas (comer, coger, ducharse) que junto con el deseo de recuperar a esa mujer (madre-novia casi madre) delimitan los días de Martín. Eso y la merca, claro está y como se ha dicho.
"Jueves. Hoy merca.” (p.125)
No hay prácticamente descripciones, lo que también contribuye a acelerar el ritmo de la narración y además, profundiza en los días iguales y la inexpresividad de apática: “Después cogemos y la paso bien” (p.124) ; “Maira tiene puesto un delantal y el pelo mojado. Me bañé, dice, ¿Te gusta el delantal? Entonces empieza a desabrocharse los botones y veo que abajo del delantal no tiene nada. Hija de puta. Cogemos y después me voy a bañar. Cuando salgo ella ya está vestida.” (p.125).
La velocidad de la prosa también está en la particular forma de discurso referido a la que recurre el narrador: con una puntuación arbitraria, los diálogos son referidos como discurso directo: “Guarda la plata y dice gracias flaquito y no dice nada más” (p.180) donde se mezcla el pensamiento con lo dicho: “Hablamos y a cada rato Vero dice por qué no me querés más o todavía estoy enamorada de vos o boludeces así. Yo miro el techo y pienso en Romi, en la merca y en la guita.” (82)
La mirada de Martín genera el mundo y eso es otro rasgo de la individualidad: el mundo a través de la lente de los ojos de Martín (juego en el que la tapa del libro, que ilustra los manubrios de una bicicleta y la ciudad que pasa alrededor desde una presunta perspectiva de 1era persona) generan una especie de FPS literario: liquidar al otro (amorosamente ; con lo que le vendo ; cagándolo a trompadas ; insultándolo internamente ; chocándole la moto ; insultando a su mujer ; etc.) no es una asunto que le interese al protagonista y tampoco, al lector que necesariamente, por el proceso de lectura mismo, empatiza con el protagonista. Le guste más o menos, lo quiera más o menos como personaje, el lector ve a través de los ojos de Martín y a menos que tire la novela al tacho, mientras la lea quedará sumergido en la subjetividad del narrador.
El narrador que lo llevará por los lugares que quiera y teniendo en cuenta que el narrador es el que genera el mundo, el lector está atrapado en esa necesaria cercanía.
El champagne, las fiestas sexuales con veteranas que quieren vivir su segunda juventud (esa ilusión que nos vendieron los vendedores de espejitos de color 1 a 1), los darkies, los ravers, los ricos y el edificio en Belgrano que queda casualmente ubicado en la calle Once de Septiembre a la altura 1976. Once de Septiembre: aniversario del Golpe de Pinochet. 1976: año del golpe militar de Videla-Massera & Co. Ambos hechos que imprimieron en sangre el neoliberalismo y la liquidación de la Juventud Maravillosa.
El fin de las ilusiones y al carajo: acá tienen lo que quedó. Las ruinas de una vida, las ruinas de una inteligencia consumida por la merca y las ruinas de una juventud que vivía por el otro convertida en una juventud que cuida su propio culito.Lo paradójico es que Once de Septiembre es también, desde un año después de finalizada de escribir la novela, fecha del Derrumbe de las Torres Gemelas: la confirmación del derrumbe de todas las certezas.
El destino no entiende de justicia y la novela de Parisi se consigue a $3 en librerías de la Calle Corrientes.
Es decir, la novela no vendió lo suficiente para los parámetros de una gran editorial como Sudamericana y cayó en saldo.
Pero que es una novela que vale la pena leer (y hacer oidos sordos a los detractores estúpidos de la Literatura Argentina que siempre andan buscando razones para desprestigiar lo que se escribe actualmente) y un autor a tener en cuenta y seguir muy de cerca.

7 comentarios:

Giorgio Novalgina dijo...

Lo estoy leyendo ahora! (asi que no voy a leer tu reseña hasta que lo termine. Tampoco puedo dar una opinión hasta que no avance un poco más en la lectura).
Yo creo que lo pagué a 6 pesos. Para los giles que dicen que hay inflación.

León dijo...

Linda la reseña.

RLP dijo...

Excelente libro, excelente comentario, excelente precio.

Corran, 3 pesos, Corrientes y Uruguay.


http://1elmundoqueporto.blogspot.com/

caca dijo...

Coincido en las coincidencias entre Cómo desaparecer... y Delivery. La diferencia es de clase: Matías es pobre; Martín, quizás también, pero sus padres no. Que andan perdidos por la vida ambos, andan perdido por la vida ambos. Yo sumaría a la trilogía algunos cuentos de Martín Rejtman, que cuentan el menemismo desde la clase media media, la que no tiene que autodestruirse, sino olvidarse un poco de la problemática de estar vivos.

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ajsoifer dijo...

Suele sucederme comprar libros a un precio muy superior al que luego se consiguen. He escrito varios posts al respecto. Por eso el lema de este blog es: Hacemos del fracaso una estética.

ruth dijo...

lei el libro hace dos años y aunque tal vez no este considerado dentro del canon de nuestra literatura bien vale la pena de ser leido.